Representante de profesores

  • La persona es lo primero,
    después lo demás

    Por: Teodoro Gómez G.
    Docente de la Universidad La Gran Colombia



    Este tiempo incierto de la pandemia nos da unos días para mirar el paisaje de los cerros y los valles, otros para hojear los libros y otros para la introspección.

    Las interrogaciones por el mundo exterior y el interior, llamado antropocosmos, que todos desde la infancia con fantasía hemos querido entender, en la adolescencia con la incertidumbre, en la juventud con las ilusiones y en la edad adulta con la realidad.

    Muestra subjetividad profunda o latente fue esencial para los dramaturgos griegos Esquilo, Sófocles y Eurípides, creadores de personajes cómicos o trágicos, como suele ser la vida, representada por el protagonismo de los actores con su máscara proswpon=prosopon=careta que dio origen a la palabra persona o apariencia, entendida mejor si conocemos el refrán del pueblo: caras vemos, corazones no sabemos.

    Los romanos, en cambio, entendieron por persona por la resonancia, -pesonare- o resonar, sentir intensamente con la razón o la emoción las circunstancias del entorno que deseamos descifrar con las preguntas: quién, referente a la persona; dónde, al espacio; cuándo, al tiempo; cómo, al método; para qué, a los fines; con qué, a los instrumentos y para qué, a las razones.

    De las respuestas dadas surge la ideología de las religiones, de las artes, de los mitos, de las filosofías y las políticas, en retrospectivas del pasado, expectativas del presente y prospectivas del futuro, porque el ser del hombre es tiempo y temperamento.

    De manera muy hermosa dijo Quinto Horacio Flaco: “Carpe diem, quam minimum credula postero”, es decir, vive este día, captúralo, no te fíes del incierto mañana. “Dichoso aquél que lejos de los negocios, como la antigua raza de los hombres, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta como el soldado al oír la sanguinaria trompeta de la guerra, ni se asusta ante las iras del mar, manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos». Horacio, Épodos, 2, 11”Beatus ille”- Feliz aquel.

    Horacio en Roma y en la Magna Grecia de los azules mares, Sócrates, el juez sereno, dictó la base de la antropología: “Conócete a tí mismo,” -γνῶθι σε αυτόν (gnóthi se autón), nosce te ipsum, que por siglos se repite en el universo académico, tal como se escribió en el templo de Apolo en Delfos.

    No cesan en el tiempo las referencias humanistas, en Atenas, Diógenes Laercio, el cínico, solía recorrer el Ágora en el día con una lámpara encendida buscando un hombre, había muchos hombres en el Ágora, pero él buscaba un hombre de virtudes y sin vicios, y no lo encontró, ni lo encontraría en París, ni en Berlín, ni en Estambul, ni hoy , ni nunca, porque el hombre es rara mezcla de luces y de sombras. Ningún hombre es perfecto, todos somos perfectibles.

    En la Edad Media, entre luces y de sombras, Santo Tomás de Aquino resolvió el dilema del Maniqueismo entre el bien y el mal, -Actum est de maniqueis-, dijo el santo, los maniqueos están vencidos porque no existe un principio del mal; el mal es privación del bien, como la oscuridad es privación de la luz, o la ignorancia una privación de la sabiduría.

    En el afán humano de podernos entender, surgió la escuela Modista de Martín de Dacia (f. 1304) y de sus colegas gramáticos especulativos a mediados del siglo XIII, para entendernos los unos a los otros mediante el lenguaje organizado en estas dimensiones:

    El modo de ser de las cosas: modus essendi.

    El modo de captar las cosas: modus intelligendi.

    El modo de designar las cosas: modus significandi.

    Con el avance del tiempo y del pensamiento se impuso Francis Bacon, (Londres, 22 de enero de 1561) quien en 1620 publicó su obra: “Novum organum scientiarum” Nuevos instrumentos de la ciencia, para dominio de la naturaleza, si las ideas no se desvían o se falsifican, ideas falsas:“Idola”.

    (Idola tribus), los prejuicios de los hombres

    (Idola specus), los prejuicios personales,

    (Idola fori), los errores nacidos de la opinión popular,

    (Idola theatri), los errores de los farsantes.

    En Francia y en el siglo XX, Alexis Carrel, biólogo y premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1912, primero ateo en París y luego converso en Lourdes por una curación milagrosa, que lo llevó escribir su libro “La incógnita del hombre”, del hombre desconocido o difícil de conocer, donde explica la relación psicosomática entre cuerpo y espíritu, swma=soma cuerpo y yuch=psyjé, espiritu, un puñado de tierra con soplo divino, spirare-soplar, spiritus.

    En Austria y en el siglo XX, Viktor Emil Frankl (Viena, 26 de marzo de 1905-2 de septiembre de 1997), sobrevivió en los campos de concentración nazis, en Auschwitz y Dachau, y a partir de esa experiencia como neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco escribió su libro bestseller ”El hombre en busca de sentido” y fundó su sistema de logoterapia y análisis existencial. Si el hombre encuentra el sentido o la razón de su existencia, también encontrará el cómo.